La historia detrás de la foto del papa Francisco en el subte

Tras la triste noticia del fallecimiento del sumo pontífice, volvió a viralizarse la icónica fotografía de Jorge Mario Bergoglio en el subte.

Pablo Leguizamón tenía 29 años cuando capturó una postal que daría la vuelta al mundo. Hoy, tras la muerte del pontífice, la foto vuelve a emocionar.

Era mayo de 2008 cuando Pablo Leguizamón, entonces un joven fotoperiodista, saltó los molinetes del subte con la cámara colgada del hombro para no perder de vista al entonces arzobispo Jorge Mario Bergoglio. Lo había seguido desde Plaza Once, donde el futuro papa se había reunido con familiares de víctimas de Cromañón, rumbo a la Catedral Metropolitana. Pero el trayecto no sería en auto oficial: Bergoglio eligió tomar la Línea A.

Leguizamón, cámara en mano, logró subir al mismo vagón y disparó varias veces en silencio. Una de esas imágenes -el cardenal sentado, con la mirada en alto y la mano en el pecho, rodeado de pasajeros comunes- quedó guardada durante cinco años. Hasta que, en 2013, Bergoglio fue elegido papa y la foto emergió con fuerza: era una muestra de su austeridad, una postal sencilla convertida en símbolo.

Una señal en medio de la crisis

En ese momento, Leguizamón atravesaba una etapa difícil: desmotivado con la profesión y en crisis económica. "Pensaba cómo pagar el alquiler y de repente la foto empezó a circular por todos lados. Lo viví como un llamado. Una señal", recuerda desde Viedma, Río Negro, donde vive desde hace más de una década y dirige el medio digital Río Negro en fotos.

La imagen fue proyectada en los Martín Fierro 2013, comprada por un medio nacional y replicada en todo el mundo. No fue casual: mostraba al flamante papa en una escena impensada, viajando como cualquier ciudadano de a pie. "Cualquiera en su lugar se hubiera subido a un auto. Esta foto mostraba su lado accesible", asegura el autor.

Una búsqueda que hizo historia

Leguizamón explica que la clave de esa foto estuvo en el enfoque periodístico: "Si hay alguien relevante haciendo algo inesperado, esa imagen tiene valor. Por eso hay que llegar antes e irse después. No podés ir a buscar lo que están buscando todos. Y si lo hacen, hay que cambiar el ángulo", resume.

La postal de Bergoglio, que por estos días volvió a viralizarse tras la muerte del pontífice, no fue la única tomada ese día. Pero fue la que trascendió. Según el fotógrafo, "por el gesto" que captó. Un gesto que algunos interpretan como santo, otros como napoleónico, y muchos como profundamente humano.

El vagón 33 y el viaje a Roma

El impacto de la imagen fue tal que Pablo Piserchia, miembro de la Asociación Amigos del Tranvía, se propuso rastrear el vagón exacto del subte en el que viajaba el entonces arzobispo. Comparó molduras, espejos y roturas hasta identificarlo: el coche número 33. Gracias a su trabajo, fue preservado como parte del patrimonio histórico del subte porteño.

Pero eso no fue todo. En 2014, Piserchia construyó una réplica artesanal del vagón, viajó a Roma y se la entregó en mano al papa Francisco. "Le dije: ‘En este tren usted viajaba al centro'. Nos dimos la mano. Fue un momento inolvidable", contó.

Hoy, esa imagen vuelve a girar por el mundo. Y para Leguizamón, esa corrida con la mochila trabada en el molinete finalmente tuvo sentido. "Cuando hacés las cosas desde lo que te atraviesa, no te equivocás. El resultado puede tardar, pero llega".

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