Sobre por qué las hinchadas acompañan a los mayores: al rescate de la filiación que nos brinda una identidad

Un viejo código del fútbol dice "contra las mujeres, niños y ancianos no". Cómo se defiende lo que nos separa de lo inhumano.

En medio de la oscuridad y la sordidez que distinguen a los días que nos toca vivir, se destaca un dato conmovedor. Quizás toda una señal para tomar en cuenta a la hora de elegir el rumbo a seguir.

A la marcha de protesta que los jubilados protagonizan todos los miércoles en medio de la más brutal represión, se han comenzado a sumar las hinchadas de equipos de fútbol ¿Qué extraña alquimia se ha dado cita para que dos sectores -solo en apariencia distantes- se unan y articulen en la denuncia y la resistencia contra un orden demencial e inhumano?

Uno de los hinchas, explicó que la presencia de la hinchada se debía al pedido de Carlos, un jubilado fanático de Chacarita, al señalar que "este hombre puede ser mi papa, mi abuelo, mi tío se merece nuestro acompañamiento más allá de la casaca". Más claro imposible.

Lo que está en juego es el rescate de los símbolos que conforman un nosotros. Desde este punto de vista, no es casualidad que las hinchadas que han comenzado esta gesta pertenezcan a clubes de barrio. Allí donde se cuece algo del codo a codo; del vecino que tiende una mano; del encuentro en la esquina; de ese tablón que aguanta la parada más allá de resultado del partido. Es el amor por una divisa. Quizás el mismo que reunió a cinco millones de personas cuando salimos campeones del mundo. Pero aquí está en juego quizás el nervio más sustancial por el cual los colores de una camiseta arman un cuerpo social.

Sobre por qué las hinchadas acompañan a los mayores: al rescate de la filiación que nos brinda una identidad

Se trata del irreemplazable factor que aporta la filiación. Ese "yo soy de..." que otorga -para decirlo de una vez: una identificación. Un rasgo que lejos de encerrarse en el individualismo hace un lugar al otro para que haya juego. Sin identidad no hay juego ni lazo posible. A las hinchadas que ya han anunciado su concurrencia el próximo miércoles se han sumado los motoqueros ¿quién podría asombrarse? "Nadie se atreva a tocar a mi vieja", cantaba Pappo -motoquero si los hay- en ese rock inmortal que supo concebir cuando Cavallo apaleaba a los jubilados de los noventa.

Un poco de historia

La represión a los jubilados no es novedad. Forma parte sustancial de la empresa neoliberal. Y no se trata meramente de una cuestión de ajuste económico. Forma parte de la eliminación de la herencia simbólica de un pueblo.

Para transformar a los ciudadanos de un país en obedientes y sumisos consumidores, es preciso borrar la filiación, aquello que brinda testimonio de dónde venimos, los nombres que nos albergan como miembros de una comunidad hablante. Eso por lo cual se constituye ese nosotros indispensable: la philía que Aristóteles señala como el nudo esencial de una polis. Lo propiamente humano.

Desde este punto de vista, un/a jubilado/a en el piso con un policía blandiendo el bastón sobre ese cuerpo marcado de historia resume la devastación que la ley del mercado lleva a cabo sobre las raíces de una comunidad humana. Esto no empezó hoy, el terrorismo de estado que eliminó el lazo entre los nombres y los cuerpos fue el mismo que cambió el patrón de acumulación de riqueza a favor del sector financiero.

De esta forma, las bases para la degradación del trabajo a costa de la especulación, la estafa y el endeudamiento ya estaban instaladas. Desde este punto vista, golpear a un jubilado en el piso representa el des-precio más brutal al esfuerzo que hace posible la vigencia de una nación. No es un mero agravio al pasado sino el vaciamiento de nuestro presente y el cierre del horizonte por el cual nuestros días cobran algún sentido.

La retórica del Poder cambia según las circunstancias. Si la década del noventa se sostuvo con las patéticas lágrimas de Cavallo por los golpes que recibían nuestros mayores, de la misma forma que Macri festejaba una reforma previsional que arrojaba en la exclusión a la mayoría de ellos, hoy el anarco capitalismo no requiere eufemismo alguno para disfrazar su afán de barbarie. Como es sabido el actual presidente de la Nación Argentina Javier Milei defiende el "derecho a morir de hambre".

Vale tomar nota de este giro discursivo que ilustra de manera desembozada el modus operandi del anarco liberalismo. Se trata de reducir la existencia de los seres hablantes a un estrato meramente biológico que el filósofo Michel Foucault supo sintetizar de manera brillante con la estremecedora frase: "hacer vivir, dejar morir" para describir el modo en que actúa el ejercicio de la biopolítica. Es decir, gobernar para producir agentes productivos a los que, una vez terminada su vida útil, se los descarta sin más.

Desde ya, la calificación de "útil" queda a cuenta de los caprichos del mercado. Por algo dice Foucault: "La introducción de la economía dentro del ejercicio político será la apuesta esencial del gobierno". Y agrega "...el arte de gobernar es precisamente el arte de ejercer el poder en la forma y según el modelo de la economía." Por algo, Foucault pone especial énfasis en el momento en que el género humano pasa a ser especie. "A partir del momento en que el género humano aparece como especie en el campo de determinación de todas las especies vivientes, puede decirse que el hombre se presentará en su inserción biológica primordial".

Es decir, el biopoder impone a los seres hablantes una mera continuidad respecto de las demás criaturas del planeta. De esta manera el componente subjetivo del cuerpo queda eliminado, con el solo resultado de vaciar el legado simbólico de una nación de manera de poder manipular la voluntad de los ciudadanos. Para tal propósito, es necesario reprimir a los jubilados.

Dejarlos morir. Hoy en la escena política y social se insinúa la confrontación entre el delirio biopolítico libertario y el lazo social que se sustenta en la identificación con el semejante. Sea en el amor por una camiseta o en ese canto que clama: "Nadie se atreva a tocar a mi vieja".

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