Tucumán también gritó en defensa de la universidad pública

A las 17 clavadas hubo una pausa en la llovizna. La cuadra del Rectorado estaba estallada de gente: docentes, no docentes, autoridades, egresados, alumnos, jubilados, amigos, laburantes que no van a la universidad pero esperan que vayan sus hijos, sus sobrinos... Todavía faltaba más gente hasta que salió la marcha hasta plaza Independencia. Cada vez más se sumaban a los cánticos, a los saltos, a los abrazos.... cada vez más.

La marcha universitaria federal de ayer fue un verdadero rejunte de todas las edades y todos los colores: estaban legisladores y diputados sin grietas, Pablo y Gabriel Yedlin junto a José Cano, Raúl Pellegrini y Agustín Romano Norri. Junto a los estudiantes universitarios del Movimiento de Participación Estudiantil estaban los de las escuelas secundarias que dependen de la UNT, donde destacaban los carteles de la Escuela de Bellas Artes, los cánticos de la Escuela y Liceo Vocacional Sarmiento y los bombos del Instituto Técnico.

También estuvieron los que escriben con la mano derecha y los que prefieren la zurda. Había radicales de boina blanca y, a pocos metros, militantes de Libres del Sur. Los que prefieren el morado, como la Franja, y los que mejor usan el verde, como la CEPA.

Pero no había colores ni edades para cantar el himno cuando empezó a sonar media hora después de la convocatoria. En ese momento, el único diferencial era el libro que muchos de ellos tenían en la mano: así participaron de la marcha desde José Ingenieros hasta Cristina Kirchner, pasando por ingenieros (esta vez de profesión, no de apellido) que plasmaron en un libro cómo se calculan las estructuras de hormigón armado. Sorprendentemente, también estuvo Taylor Swift, inmortalizada en un pedazo de cartón que decía: "Ellos no nos van a ayudar, están demasiado ocupados salvándose a sí mismos".

"La crueldad es una materia que se cursa con las aulas vacías", decía uno de los carteles que se pudo ver una vez que los manifestantes comenzaron a marchar hacia la plaza Independencia. En el camino, decenas de miradas curiosas salieron de sus casas, de sus departamentos y de sus lugares de trabajo para ver qué era esa multitud que hacía ruido y que tanta expectativa había generado en la última semana. Muchas de esas miradas eran de desaprobación, así como muchas otras dejaban de ser solo miradas para convertirse en aplausos, cánticos o banderas argentinas agitándose.

Los coros eran variados: desde "la universidad de los trabajadores" hasta "la dictadura de Milei". Sonaban y sonaban. No dejaron de sonar cuando la lluvia redobló su apuesta. Y siguieron sonando cuando los primeros manifestantes pisaron la plaza central y se encontraron con la columna que venía marchando desde la sede de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).

En la plaza hablaron dirigentes de la Asociación de Docentes e Investigadores de la UNT y de Docentes Provinciales Autoconvocados. El micrófono también amplificó la voz de los estudiantes universitarios. Luego, habló Marcos Masmud, presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Agricultura y Sacarotecnia, quien reivindicó el derecho a estudiar y a aprender, y quien tampoco se olvidó de sus compañeros desaparecidos durante la última dictadura militar.

La marcha seguía, los cánticos seguían, los oradores seguían, los carteles seguían. Eran muchos y todos tenían algo para decir. En el centro, frente a la imponente Casa de Gobierno, tres manifestantes comenzaron a llamar la atención. Uno de ellos, el primero, se paró con solidez, mientras una compañera se subía a sus hombros. Una vez estables, una tercera manifestante se subió a los hombros de la segunda, llegando a formar una columna humana que llegaba más alto que cualquiera de los presentes. En ese momento, la tercera se atrevió a soltar la mano de su compañera para levantar en alto el cartel que tenía las palabras que todos buscaban decir: "La educación es un derecho". No era Buenos Aires, ni Nueva York. Era Tucumán y tenía su propia Estatua de la Libertad.