"Cuando tenía seis años, le rezaba a Dios y le pedía miembros masculinos"

Máximo Ramayo Sosa es un hombre trans de 53 años que fue victima de discriminación y ayuda a otros jóvenes de su comunidad.

Las personas trans existen. Sí, en nuestra provincia también. Sin embargo, organismos estatales y algunas obras sociales pareciera que aún "no lo saben". En ese contexto, nace Dillon, una ONG fundada por Máximo León Ramayo Sosa, un hombre trans de 53 años. Esta organización busca ayudar exclusivamente a la población trans mediante la gestión administrativa y así facilitarles el acceso a la salud. 

Podemos decir que las personas trans de esta generación la tienen un poco más "fácil" con el tema de la transición. Fácil en el sentido de que puede resultarles más sencillo conseguir información para hormonarse o realizarse una mastectomía. Además, afortunadamente, existe la Ley de Identidad de Género que ampara en el caso de decidir transicionar. 

Si bien los jóvenes trans actuales cuentan con estos recursos, para las personas trans nacidas durante los 70 u 80, esto era algo inimaginable. En ese entonces, ni siquiera se sabía del concepto "mujer trans" u "hombre trans". "Yo sentía que era un varón. No me identificaba para nada con mi cuerpo, pero en ese entonces no se hablaba del varón transgénero", recuerda Máximo.

Bajo este contexto, es que el fundador de Dillom vivió su infancia. Sufrimiento, discriminación, aislamiento y confusión caracterizaron su niñez. Cuando era chiquito, Máximo recuerda que él no jugaba con las niñas, sino con los niños. De esa forma se sentía más cómodo. Uno de sus juegos favoritos era el de cambiar de nombre. "Salíamos al recreo y yo les decía que cambiemos de nombre. Hacía que me llamen Arturo y me sentía más integrado. De esa manera, ya manifestaba mi deseo de ser considerado varón", comenta.Otras de las cosas que recuerda es que sufría mucho para ir al baño. Él deseaba ir al baño de hombres, pero como en ese entonces era considerado una niña no podía entrar al mismo. "Y en ese entonces, como no podía entrar a ningún baño, retenía hasta ocho horas la orina. También había aprendido a orinar parado porque veía a los varones", confiesa.¿Cumpleaños infantiles? Los evitaba lo más que podía, ya que se la pasaba llorando. Se sentía incómodo con la manera en que debía ir vestido. Por eso, trataba de que las invitaciones no lleguen a su mamá porque ella iba a "disfrazarlo" de mujer poniéndole sandalias y vestidos.

"Cuando tenía seis años, le rezaba a Dios y le pedía miembros masculinos. No entendía por qué había nacido así. Le rezaba pidiendo que me saque de esa pesadilla", recuerda con mucho dolor. Respecto a su adolescencia, cuenta que entró a la escuela de Agronomía para estar más en contacto con otros hombres y no ser víctima de discriminación por parte de las mujeres. Sin embargo, la experiencia estuvo cargada de frustración.

¿Salir a bailar? Era prácticamente un sufrimiento porque él debía "fingir" que era una mujer. "Si salía, me tenía que disfrazar de mujer y para mí eso era imposible. Entonces yo siempre decía, ‘no, no puedo'", recuerda Máximo."Las mujeres me hicieron la vida imposible en la identidad anterior"

Llegada su adultez, su familia seguía sin saber que él era un hombre trans, solo intuía que le gustaban las mujeres y que era antisocial. Su mamá le insistía para que vistiera ropa femenina. Al mismo tiempo, ingresó a la Facultad de Derecho donde sufrió de una terrible discriminación. Relata que no podía ser amigo de ningún hombre porque lo "cancelaban" y que a las mujeres prácticamente no podía ni acercarse. "Mi aspecto era muy chocante para ellas. Pensaban que las iba a acosar. Las mujeres me hicieron la vida imposible en la identidad anterior. Para ellas era repulsivo verme. Cuando me sentaba en clases, corrían sus pupitres para no sentarse cerca, ni mucho menos conversar", rememora.Cuando llegó el momento de las prácticas profesionales, cayó en una depresión profunda. En Tribunales, veía a todas las mujeres persiguiendo y cumpliendo los estereotipos que él jamás podría alcanzar: "Me deprimí por muchos años. Tuve que dejar la facultad. Se me hacía imposible disfrazarme de abogada. Me sentía solo, no tenía con quién hablar de lo que me pasaba".En 2018, Máximo retoma la universidad ya convertido en un hombre trans. Lamentablemente, la discriminación continuó. "Se había filtrado que yo era un hombre trans, pero ellos no entendían qué era ser trans. Pensaban que me disfrazaba por la noche de mujer y que me paraba en las esquinas. Decían que era gay. Era mucha la desinformación", cuenta.Todo esto se intensificó cuando se puso de novio con una compañera: "Estalló todo el mundo. Se cuestionaba en privado cómo esa chica se había puesto de novia conmigo". Recalca que sus peores experiencias las vivió en este establecimiento educativo, pero aún así, con mucha fuerza, decidió retomar sus estudios, los cuales está terminando. 

Esta nota habla de: