De héroes y villanos
¿Quiénes fueron los buenos y los malos esta semana? ¿Qué tanto influyen las narrativas?
Seguramente habrá escuchado alguna vez, amigo lector, hablar de "narrativas" o, también, de "relatos". Estoy seguro que, en más de una ocasión, usted se habrá topado por casualidad o no, con frases u opiniones que aluden al relato de tal o cual "-ismo". Kirchnerismo, Macrismo, Peronismo, Radicalismo y tantos otros "ismos", sean estos nacionales o extranjeros, pueblan nuestra comprensión del pasado y el presente .
Es que los relatos son, en definitiva, historias. Historias que no están restringidas únicamente al ámbito político, pero que, en este (no tan) nuevo siglo, se han vuelto uno de sus elementos centrales. Por eso, no le sorprenderá que, todos, quieran su propio relato.
Una historia que, en su introducción, nos cuente el camino recorrido y nos presente a los "buenos" y a los "malos". Una historia que, ni bien empiece, deje claramente expuesta la "misión", la causa noble, que el "héroe" viene a cumplir. Un relato que, en su momento más álgido, en ese instante decisivo, no deje lugar a dudas sobre a quién hemos de apoyar. Porque, amigo lector, una buena historia necesita siempre, en todo momento y lugar, de héroes y, por supuesto, de villanos.
Si estoy en lo cierto, entonces no debe haberle sorprendido que, esta semana, el Javo se haya referido a los 87 héroes que, en la cámara de diputados, apretaron el botón rojo para proteger al sacrosanto equilibrio fiscal. Esos hombres y mujeres que, siempre según el narrador, estuvieron imbuidos por el espíritu del respeto a la voluntad democrática y por su vocación de brindar gobernabilidad, les impidieron a los "degenerados fiscales" romper la "macro".
Por supuesto, amigo lector, del otro lado también buscaron contar su propio relato. Un relato que mencionaba a un gobierno que eligió premiar a la "casta" y ajustar a los jubilados, un ejecutivo que prefirió darle fondos discrecionales a los espías antes que a los ancianos, un grupo de diputados que, por menos de treinta monedas, vendieron su voto al gobierno e impidieron que, los más viejos, pudieran comprar una docena de empanadas extra.
Como ve, amigo lector, aunque los hechos sigan siendo siempre los mismos, la historia, los relatos, esa narración con la que articulamos los datos puede, ciertamente, cambiar la forma y el sentido que les atribuimos.
Si todavía no me cree, le dejo otro ejemplo aunque, esta vez, estaría bueno empezar con los datos.
Recordará que, un grupo de cinco diputados pertenecientes a la UCR, hace un par de semanas votaron a favor de un proyecto de ley. Entre estos diputados estaba el miembro informante de la comisión, es decir, la persona encargada de defender ante todos sus compañeros, el proyecto que se iba a votar. Este grupo de diputados que, en las elecciones del año pasado, apoyó a la ministra de seguridad Patricia Bullrich contra Horacio Rodríguez Larreta, se reunió con el presidente y la misma Pato este lunes. Transcurridas 48 horas del encuentro, estos cinco diputados, votaron en contra del mismo proyecto que antes habían apoyado.
Uno de los relatos cuenta que, ya en aquella primera votación, estos parlamentarios habían votado a favor del proyecto solo por disciplina partidaria (es decir, porque todos sus compañeros iban a hacer lo mismo) advirtiendo que, en caso de cumplirse la amenaza de veto presidencial, cambiarían su voto. Quienes cuentan esta historia, hablan de causas nobles, de ideales puros que habrían sido ensuciados y utilizados por degenerados fiscales, por irresponsables que solo buscan hacerle daño al gobierno.
La otra historia cuenta que, este grupo de diputados, llevados a la mesa del Javo por la propia Patricia, habrían negociado (para sí o para terceros) cargos en la estructura del estado. Cuenta que la propia Pato los habría acercado como una ofrenda al Javo para demostrarle que, además del control de la calle, podía otorgar volumen político al gobierno y, así, evitar que Mauricio logre imponer condiciones. Cuenta que estos diputados habrían especulado con ser los abanderados de LLA en sus provincias para, el año que viene, ser los candidatos del gobierno en sus territorios, llegando, en algunos casos, pensar inclusive en una candidatura gubernamental, allá a lo lejos, en el 2027.
¿No le parecen por demás interesantes estas historias, amigo lector? Si así le pareció, imagine si, a esta última, le sumamos como condimento a los espías.
Si usted recuerda, hace un par de meses el gobierno amplió el presupuesto de la SIDE (los espías) por DNU, un instrumento legal que, como su nombre lo indica, solo en caso de necesidad y urgencia le permite al presidente saltarse al congreso. Sin embargo, el parlamento puede revisar la decisión del ejecutivo. Eso hicieron los diputados y senadores que, esta semana, terminaron rechazando la decisión del presidente.
Uno de los relatos recuerda que la Argentina es el país con más atentados de toda Latinoamérica, que el kirchnerismo había desmantelado los servicios de inteligencia del país, que nos encontramos indefensos ante peligros externos y que, los recursos destinados, son vitales para tener personal y equipamiento adecuado para impedir situaciones que pongan en riesgo a los argentinos. Cuenta que el gobierno, en su vocación de transparentar y dar certezas, llegó a poner, a disposición del Congreso, una sesión secreta en la que se explicasen cada uno de los gastos reservados de la SIDE, una sesión a la que, además, no deberían estar obligados porque, la comisión bicameral de inteligencia, que debe controlarlos, ya se encuentra conformada.
Del otro lado, hay una historia que cuenta que, para el gobierno, no hay plata para jubilados y sí para el espionaje político interno de un gobierno que hace gala del oscurantismo y una vocación autoritaria. Que detrás de los directivos de la SIDE se esconde Santiago Caputo, el asesor todopoderoso que estaría utilizando los recursos estatales para blindar en los medios y las redes sociales al gobierno, manipulando la opinión pública y operando políticamente contra los opositores. Cuenta que detrás de la propuesta de la sesión secreta se esconde, otra vez, la pretensión de ganar tiempo para así, nunca dar las explicaciones del caso.
¿Ve lo que le digo, amigo lector? Las historias se han vuelto cada vez más importantes. Tanto que, desde hace un tiempo, líderes, políticos y partidos libran batallas encarnizadas para lograr que sus relatos dominen la conversación. Dan feroces peleas que (¿por suerte?) dejaron de librarse en el territorio para pasar al plano simbólico. Es lo que algunos llaman "batalla cultural".
Y es en el medio del conflicto en el que, desde hace un largo tiempo, estamos envueltos.
¿Fin?