Un enfrentamiento silencioso se está desarrollando en el corazón del fútbol argentino. La disputa central gira en torno a la posible entrada de capitales internacionales en los clubes mediante la adhesión a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). De un lado, el gobierno de Javier Milei impulsa la creación de un mercado con gran potencial, mientras que Claudio Chiqui Tapia, presidente de la AFA, defiende el statu quo de las entidades civiles sin fines de lucro.

Una reforma polémica del estatuto de la AFA es el epicentro de esta pelea. Aprobada en una asamblea general ordinaria en noviembre, apenas días después de la victoria de Milei en las elecciones, esta reforma le otorga a Tapia un control casi absoluto sobre la AFA y politiza su conducción al permitir la inclusión de figuras políticas en el Comité Ejecutivo. 

Además, se estableció una cuota de género que exige la presencia de al menos una mujer en el Comité, un gesto que ha sido recibido con escepticismo.

La Inspección General de Justicia (IGJ) ha objetado varios puntos de esta reforma, señalando que violan las normativas que regulan el fútbol y las asociaciones civiles. A pesar de las objeciones, Tapia sigue firme en su posición, convocando elecciones anticipadas y buscando consolidar aún más su poder.

El decreto de necesidad y urgencia emitido por Milei en diciembre autorizó a los clubes a transformarse en sociedades anónimas o aceptar capitales privados, limitando el poder de la AFA de expulsar a aquellos que adopten este modelo. Esta medida ha intensificado la disputa y ha puesto a Tapia en una posición incómoda.

La lucha continúa, y la resolución de este conflicto podría cambiar el rumbo del fútbol argentino para siempre. Con el apoyo del gobierno, Milei ha dado un año para que se revisen los estatutos y se remuevan los obstáculos que impiden la implementación de las SAD. 

Sin duda, esta batalla silenciosa definirá el futuro de una de las pasiones más grandes del país.