El joven que mató a sus padres y compañeros por órdenes de voces en su cabeza
El adolescente responsable fue condenado a 111 años de prisión, sin posibilidad de libertad condicional.
El 20 de mayo de 1998, Kip Kinkel, un adolescente estadounidense de 16 años, desató una ola de horror en Springfield, Oregon, al asesinar a sus padres y perpetrar un tiroteo en su escuela. Obsesionado con las armas y los explosivos, el joven dejó un rastro de muerte y destrucción que impactó profundamente a la sociedad estadounidense.
Un joven problemático con un oscuro interés
Nacido el 30 de agosto de 1982, Kipland Kinkel parecía tener una vida tranquila junto a sus padres, ambos profesores de español, y su hermana mayor, Kristin. Sin embargo, en su infancia fue diagnosticado con una discapacidad de aprendizaje, lo que marcó el inicio de una serie de comportamientos alarmantes.
A los 12 años, Kip comenzó a mostrar interés por los explosivos, comprando libros sobre cómo fabricarlos. En los años siguientes, se involucró en robos, adquirió armas en secreto y fue detenido por incidentes menores. Sus padres intentaron ayudarlo llevándolo a terapia, pero su conducta no hizo más que empeorar.
El doble parricidio
El 20 de mayo de 1998, tras ser expulsado de la escuela secundaria Thurston por poseer un arma robada, Kip mató a su padre de un disparo en la nuca y escondió su cuerpo en el baño. Más tarde, al regresar su madre, también la asesinó, disparándole múltiples veces en el garaje.
Antes de cometer los crímenes, Kip había llamado a sus amigos, expresando su desesperación: "Se acabó. Todo se acabó. Ya nada importa".
El tiroteo en la escuela
A la mañana siguiente, Kip llevó tres armas, municiones y un cuchillo de caza a la escuela. Ingresó al comedor y disparó indiscriminadamente, dejando dos estudiantes muertos y 25 heridos. Finalmente, un grupo de compañeros logró desarmarlo e inmovilizarlo hasta que llegó la policía.
Al ser detenido, Kip confesó haber matado a sus padres y explicó que unas voces en su cabeza le habían ordenado llevar a cabo los ataques.
La condena
En el juicio, la defensa intentó argumentar que el joven no era consciente de sus actos debido a problemas mentales. Sin embargo, la fiscalía demostró que Kip sabía lo que hacía. En 1999, fue condenado a 111 años de prisión sin posibilidad de libertad condicional.
Un caso que marcó a una generación
El caso de Kip Kinkel sigue siendo uno de los episodios más impactantes de violencia juvenil en Estados Unidos. Su historia puso en evidencia la importancia de identificar señales de alarma en adolescentes y tomar medidas preventivas para evitar tragedias similares.