El gobierno de Javier Milei enfrenta un complejo panorama diplomático en el caso de Nahuel Agustín Gallo, el gendarme argentino detenido en Venezuela desde el 8 de diciembre. Ante la ausencia de canales directos con Caracas, el país busca el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA), Naciones Unidas y el Vaticano para lograr la liberación del gendarme.

La posición del Gobierno frente a Caracas

Sin embajada argentina en Venezuela y con la tensión bilateral al máximo, la Casa Rosada depende de Colombia y Brasil para canalizar información y presionar por una solución. Sin embargo, ambos países mantienen una relación distante con la administración de Milei.

El presidente argentino calificó a Nicolás Maduro como un "dictador criminal", mientras que el líder chavista guarda silencio sobre el caso. Las gestiones, lideradas por el canciller Gerardo Werthein, buscan avanzar en un comunicado conjunto en la OEA y explorar la mediación de la Iglesia Católica.

El caso de Gallo se entrelaza con la interna del chavismo, donde Diosdado Cabello, ministro del Interior y Justicia, ha ganado un protagonismo significativo tras las cuestionadas elecciones presidenciales del 28 de julio. Cabello, quien concentra un enorme poder militar y judicial, elevó la tensión al acusar a Gallo de conspiración y a la ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, de "fascista".

Esta interna venezolana, sumada a las denuncias de fraude electoral y la represión a las protestas, complica cualquier intento de negociación. Cabello se perfila como una figura clave, pero con intereses que trascienden el caso del gendarme argentino.

La pareja venezolana de Gallo y su hijo permanecen en Venezuela, lo que añade una dimensión personal al caso. En tanto, la Cancillería argentina se prepara para un proceso extenso, con la juramentación de Maduro para un nuevo mandato el 10 de enero como un factor que podría dilatar aún más las negociaciones.

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