¿Hasta qué punto un presidente puede tuitear sin medir las consecuencias?

Milei promocionó una criptomoneda recién creada, generando la ilusión de una inversión segura y respaldada por el Estado. Pero la realidad fue otra: miles de personas perdieron su dinero en una estafa que se desplomó en cuestión de horas.

Uno no espera que el presidente de su país lo estafe. No directamente. No de esta manera. Y sin embargo, acá estamos, después de un fin de semana en el que Javier Milei publicó un mensaje que parecía más una recomendación personal que un anuncio oficial, pero que terminó con decenas de miles de personas perdiendo sus ahorros en una estafa cripto

Así, sin más, como si todo fuera un juego de simulación. Milei le puso su firma, su voz y hasta su entusiasmo a un token que había nacido unas horas antes. No era una simple "moneda meme". Era, según su propio posteo, la posibilidad de apoyar a la economía argentina, de ser parte del cambio y de ganar algo en el camino. 

El resultado fue catastrófico. Miles de argentinos confiaron en esa promesa, alentados por la figura del presidente, y en cuestión de horas el proyecto se desplomó, llevándose millones de dólares. Los responsables -que días antes no existían ni en el radar del mundo cripto- desaparecieron. 

Lo peor no es solo la estafa, que ya es grave. Es el silencio después. Milei, el mismo que nunca se guarda una opinión ni mide sus palabras, esta vez borró el tuit y soltó un frío "no estaba al tanto de los pormenores del proyecto". Como si eso alcanzara. Como si fuera un comentario más entre tantos otros. 

¿Y entonces? ¿En qué momento las redes sociales de un presidente dejaron de ser una herramienta de comunicación para convertirse en un campo minado para sus propios ciudadanos? ¿En qué momento el jefe de Estado se transformó en un influencer más, capaz de hacer negocios por encargo sin medir las consecuencias? 

Porque, seamos claros, sin la publicación de Milei, $LIBRA no existía. Nadie la iba a comprar. Nadie iba a confiar en una web recién creada con un mail de Gmail. El contrato inteligente de la moneda tenía el 70% en manos de sus creadores, un número absurdo en este tipo de proyectos. Era una estafa en toda regla, pero necesitaban algo: confianza. Esa la aportó el presidente. 

La política siempre fue terreno de promesas. Promesas de campaña, promesas de gestión, promesas de un futuro mejor. Pero Milei cruzó un límite peligroso. Hizo de la confianza una moneda de cambio, y la dejó caer al vacío en nombre de la libertad. Y no, Javier, esta vez no podés echarle la culpa a la casta. 

Si los argentinos no pueden confiar en el presidente, ¿en quién pueden confiar? Porque lo de $LIBRA no es un error casual ni un desliz. Es la consecuencia de una forma de hacer política a los empujones, sin medir, sin pensar. Una política donde el tuit importa más que la realidad, y el titular importa más que las personas. 

Y la pregunta sigue ahí, flotando como un eco después de cada crisis: ¿Hasta qué punto puede un presidente tuitear sin medir las consecuencias? 

La respuesta es evidente. No mucho más, porque el costo no lo paga él. Lo pagamos todos.



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