La reinvención de Jaldo, la institucionalización de Chahla y la emancipación de Campero

Martín Faciano
Martín Faciano
Periodista

El año 2024 comenzó con un Gobierno nacional libertario en pañales y aprendiendo a caminar, y para la política local, tanto el clima de época actual como la configuración del nuevo orden político nacional que se empezó a construir con el ascenso de Javier Milei al poder, marcado por nuevas matrices y tonos discursivos de alto voltaje, obligaron a los principales referentes del subsistema político provincial a asumir nuevos desafíos.

El gobernador Osvaldo Jaldo tuvo que salir de su zona de confort justicialista con una maniobra de alto riesgo: acercarse al Gobierno nacional y distanciarse del peronismo nacional sin perder autonomía ni subordinarse por completo al Gobierno de la Libertad Avanza. La predisposición institucional de la provincia a contribuir con la gobernabilidad de la administración nacional, reivindicando "el diálogo" y despejándose y posicionamientos obstruccionistas fueron los primeros discursos esgrimidos por Jaldo para cambiar su sintonía, subirse el precio en la línea de los gobernadores dialoguistas y, de paso cañazo, empezar a diferenciarse del peronismo kirchnerista.

La anteposición de "los intereses de los tucumanos" por sobre los intereses partidarios fue también uno de sus argumentos preferidos para justificar la escisión de Unión por la Patria de sus diputados que conformaron el Bloque Independencia. Ese distanciamiento de Jaldo del peronismo parlamentario nacional de la cámara baja fue aún más fuerte en la cámara alta, donde los senadores Juan Manzur y Sandra Mendoza permanecen estoicamente orgánicos al corporativismo parlamentario del peronismo nacional que hoy tiene una nueva conducción partidaria en la figura de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por correlación o causalidad, ese enfriamiento en la relación con Manzur le sirvió a Jaldo para construir en términos de relato sobre su gestión provincial, una suerte de ruptura con la administración provincial manzurista que condujo los destinos de la provincia durante 8 años con Manzur a la cabeza y Jaldo como vicegobernador. Un claro ejemplo de como la necesidad llevó a Jaldo a forzar una narrativa que da cuenta de su capacidad para reciclarse y reinventarse, resignificando además un peronismo provincial que hoy no conduce formalmente desde lo institucional pero si ha sabido domesticarlo desde su ejercicio del poder.

En ese ejercicio del poder del mandatario provincial hay una figura femenina que parece incomodar, más que a Jaldo a sectores del jaldismo actual. Ahí aparece Rossana Chahla, la intendenta capitalina que desde la conducción de la gestión municipal ha logrado institucionalizarse como una actora política.

Para ello, Chahla ,primero, supo afrontar y sobrevivir los primeros golpes de un alfarismo al que luego de derrotarlo en las urnas para quitarle la intendencia, se convirtió en un aliado de Casa de Gobierno. La alianza entre el jaldismo y el alfarismo fue tan sólida que, cuando en el marco del conflicto por el despido de empleados municipales y dirigentes alfaristas hubo una amenaza de muerte a Chahla, la dirigencia peronista alineada al oficialismo provincial estuvo lenta de reflejos y se solidarizó apenas protocolarmente con la jefa municipal que, desde que llegó a la 9 de Julio y Lavalle, también debió afrontar los embates de la corporación del transporte público de pasajeros, donde la conducción local de UTA pareciera ser socia gerente de un sector de AETAT alimentado desde hace años por multimillonarios subsidios provinciales. Derecho de piso que le llaman, y que la intendenta pagó sin más intereses que el desgaste que puede haberle producido enfocarse en la construcción de un nuevo modelo de gestión municipal que se percibe como novedoso y marca también un punto de ruptura y no retorno con el orden municipal de su antecesor, Germán Alfaro.

Quizás la relación del jaldismo con el alfarismo puede tener alguna correlación entre las tensiones y distenciones que puedan haber habido entre Jaldo y Chahla. Para dimensionar la solidez de la alianza entre el PJ y el PJS basta con señalar que la senadora Beatriz Ávila terminó visitando el palacio de gobierno más veces que Manzur y Mendoza, y que tanto un edil y un parlamentario del PJS terminaron en las mesas de conducción de la Legislatura y del Concejo Deliberante Capitalino.

Justamente hace menos de un mes, el edil alfarista Carlos Ale fue removido de la vicepresidencia que ocupaba en la mesa de conducción del organismo legisferante de San Miguel de Tucumán. La salida de Ale y el retroceso institucional del alfarismo coincidió con el último período del año 2024 en el cual Jaldo y Chahla se mostraron en una sintonía mucho más fina que durante el inicio del año que se está yendo. Fue entre noviembre y diciembre que se hizo evidente el abroquelamiento político e institucional entre Jaldo, el vicegobernador Miguel Acevedo y la intendenta capitalina, Rossana Chahla: todos terminaron haciendo chin chin en el brindis de fin de año en Casa de Gobierno.

Por otro lado, en la siempre atomizada oposición provincial hay una figura que ha logrado una relevancia nacional, tanto mediática como política. Esa figura no es el diputado fiambrín Gerardo Huessen, que se hizo famoso por la viralización de la fundamentación que dio por una presunta gastroenteritis resultante de un atracón de fiambres. Hablamos de Mariano Campero, el ex intendente de Yerba Buena que desde que asumió como diputado nacional protagonizó discusiones muy subidas de tono en el recinto y en el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical donde se decidió expulsarlo por su alineamiento con el gobierno libertario.

En la escena local, Campero ha venido sabiendo acrecentar su capital político logrando retener la intendencia de Yerba Buena con su delfín y haciendo legislador a su ex Secretario de Gobierno, Manuel Courel. Su discusión con la vieja guardia del radicalismo provincial (con las figuras a las cuales trató de "yunque"), en el marco de su expulsión partidaria dispuesta por la UCR nacional, le dan a Campero la cómoda posibilidad de salirse del córset partidario y de discutir desde afuera el rol del radicalismo.


En términos estructurales, en su salida como intendente de YB, Campero transitó un proceso diferente al que transitan los intendentes del oficialismo provincial que siempre recalan en la legislatura dejando algún familiar en la intendencia que abandonan. Sin duda alguna, Campero transita un proceso de acumulación de referencia y de capital político que lo posicionan a futuro, a mediano y largo plazo, como un hombre fuerte de la oposición provincial. El empate técnico que Campero le sacó al alfarismo en Capital en las PASO de Juntos por el Cambio en 2021 y la revancha con triunfo que obtuvo en las PASO de 2023, como referente provincial del bullrichismo, muestran que elección tras elección Campero no deja pasar la oportunidad de posicionarse como candidato, de recorrer territorios provinciales y de consolidar una estructura propia que, por ahora, le responde íntegramente. Una emancipación que hasta ahora, le viene resultando exitosa.

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