Las formas son el contenido

Alvaro Aurane
Periodista

"El mejor truco que inventó el diablo fue convencer al mundo de que no existe". En un par de horas, cuando comience 2025, esta advertencia habrá cumplido 30 años. Es la máxima que anuda la trama de "Los sospechosos de siempre", esa película sublime de 1995, cuya advertencia, como si fuese una profecía autocumplida, parece haber sido subestimada.

Sin caer en demonizaciones, nada más lejos de la razón, en la Argentina hace ya dos décadas que viene traficándose un engaño de magnitudes dantescas: la pretensión de que las "formas" de gobernar son superfluas, simples "modales", porque lo importante es el "contenido" de las políticas de una gestión. Tal aserción configura una estafa. Concretamente, es una estafa a la república.

Analizar el primer año del gobierno libertario en la Argentina demanda, necesariamente, abandonar esa falacia. Sobre todo porque el oficialismo nacional aplica un doble estándar respecto de esa cuestión: por ejemplo, adora las formas en términos de medir resultados económicos y financieros.

A riesgo de reduccionismos, en esas materias la Argentina está mejor que el año pasado. Las "formas" de advertirlo son la caída de la inflación, el desplome del "riesgo país" y la contención en la cotización del dólar. Ahora bien: que el país esté "mejor" no significa, en modo alguno, que esté "bien". Las reservas del Banco Central son un indicador neutral para entender esta situación. El Gobierno heredó reservas negativas por - 11.500 millones de dólares y el año termina con reservas negativas por - 3.300 millones de dólares (si se descuenta el pago de los Bopreal de los próximos 12 meses). Es decir, la situación mejora, pero el país todavía está "mal".

En el terreno social, el balance es angustiante. Al ajuste, no lo cargó el Estado ni lo pagó "la casta". A partir de la ejecución presupuestaria hasta octubre informada por el Ministerio de Economía, el sitio Chequeado.com documenta que la participación en el ajuste de los gastos al sector privado representó el 72,3% del total; mientras que el sector público lo hizo en un 27,7%. Léase, de cada 10 pesos recortados, el Estado sólo cargó con 3. Al ajuste lo pagó el ciudadano a puro tarifazo.

El vulnerable segmento social de la tercera edad es el que mejor evidencia esta situación. Si bien sus haberes ahora se ajustan por inflación, el Gobierno no se hace cargo de otorgar una compensación por el brutal desfase que sufrieron los haberes previsionales a comienzos de año, cuando la inflación de enero fue del 20,6%, luego de que la de diciembre fuese del 25,5%. Sobre llovido, empapado: el PAMI restringió de manera feroz el acceso a los medicamentos sin cargo para los jubilados.

Todo ese "contenido" es obviado y hasta negado por los "relatores" libertarios, desprovistos de toda angustia respecto de la coherencia. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la UCA, el año termina con un índice de pobreza del 49,9%. Claro que la cuarta gestión kirchnerista, y la inercia de su desgobierno, tienen mucha responsabilidad en esa tragedia social. Pero después de un año en el poder, La Libertad Avanza no puede declararse alegremente ajena de este indicador oprobioso.

Todo ese "contenido", toda esa "materia" que compone el primer cuarto de la presidencia de Javier Milei es sepultado debajo del elogio de las "formas". "Formas" presentadas como "milagros".

El propio Presidente de la Nación, desde su cuenta en la red "X", postea constantemente artículos de medios extranjeros, o conferencias de economistas o políticos de otros países, que destacan "el milagro argentino", cuya santísima trinidad ya mencionada son la inflación, el "riesgo país" y el dólar a la baja. En ningún momento hay mención a que debajo de esa suerte de fenómeno sobrenatural se encuentran medidas tan mundanas como el "cepo" cambiario o el reciente "blanqueo" de capitales.

En contraste, cuando hay que abordar el comportamiento político del Gobierno, el oficialismo pasa a detestar las "formas". En la entrevista que concedió a la revista "Forbes" para su edición de verano, Milei, manifiesta que su "estilo" es "áspero". Más aún: el discurso oficial sostiene que no importan los "malos modales" sino los "resultados", como el hecho de haber evitado una hiperinflación o una estampida del dólar. Es decir, no importan las "formas" políticas, pero sí las "económicas".

Huelga decirlo, no se trata de "estilos". Debiera saberlo Milei: se reivindica liberal. En el liberalismo, que nació con la república bajo el brazo cuando fue parido al mundo de la praxis política con la Revolución Francesa de 1789, la forma es el contenido mismo. El sistema republicano no es otra cosa más que un conjunto de formas que contienen, en sí mismas, el remedio contra el poder absoluto.

Las democracias liberales no tienen demasiados requisitos. Postulan la libertad de expresión, no la denostación de quienes disienten. El Estado detenta el monopolio de la fuerza, no el monopolio de la palabra. La democracia liberal es imperio de la ley y, por ende, de las formas constitucionales. No es imperio del decisionismo ni de su hijo: el decreto de necesidad y urgencia. Es sometimiento de las fuerzas militares a la autoridad civil, y no negación del pasado criminal, cuando las fuerzas militares desconocieron toda autoridad civil y todo imperio de la ley. Es celebración de elecciones competitivas y no eliminación de instancias electorales, como las PASO, en las cuales la voluntad popular reemplazó los "entongues" de las cúpulas partidarias. Y es vigencia plena de la república. No un sistema donde el Presidente trata de "ratas" a diputados y senadores. A la vez, es un Poder Judicial en el que la Corte es integrada mediante el consenso de los poderes políticos; no por DNU.

La propuesta de designar a Ariel Lijo, todo un juez de "la casta", como último intérprete de la Carta Magna, no es una cuestión de asperezas ni modales. Es elegir entre una república o su simulacro.

Juan Bautista Alberdi, el prócer del liberalismo argentino, fue más allá. La democracia es soberanía del pueblo, escribió en su "Fragmento preliminar de al Estudio del Derecho". Y "con tal que la soberanía del pueblo exista y sea reconocida, importa poco que el pueblo delegue su ejercicio en manos de un representante, de varios o de muchos".

Es decir, en nombre de la democracia puede haber aristocracia y también monarquía. O puede haber república. Y la república es, según el tucumano, "la única forma posible de Gobierno".

No era una declamación teórica. El artículo primero de la Constitución Nacional que él inspiró dice: "La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal..."

Así que en términos institucionales, "las formas" son parte central de la capacidad reglada para las autoridades. Incumplirlas es, también, violar las reglas de la Constitución. Dicho de otro modo: pretender que las "formas" de gobernar son superfluas equivale a suponer que la propia Carta Magna, la gran consagradora de la "forma de gobierno", también lo es. Ese engaño no puede ser endilgado al diablo. En Argentina sabemos de sobra que es el truco de los sospechosos de siempre...

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