¿Vicky? ¡Afuera!

El Gobierno apuesta al peso de la carga simbólica que, la historia reciente del país, pone sobre la figura de los vicepresidentes.

Patricio Adorno. Politólogo y docente universitario.

El Javo se siente fuerte. Siente que está en un gran momento. Siente que tiene capital político suficiente para luchar por mayores márgenes de autonomía frente a la política y, especialmente, frente a la sociedad. Y, amigo lector, es probable que razones no le falten para sentirse así.

Es que, en estas últimas semanas, la economía sonrió al Gobierno con números alentadores de cara al plan económico y la idea de país que mueve al espacio libertario. Además, el Gobierno mantuvo eficientemente a raya a la oposición en el Congreso, desarticulando iniciativas, dilatando sesiones y, especialmente, jugando con los tiempos institucionales en beneficio propio.

Por si fuera poco, buscó posicionarse como un "adelantado trumpista" en el plano internacional y regional, tensionando con lo que, libertarios y afines, denominan la "agenda woke" (neologismo norteamericano para referirse a las ideas progresistas). Y, finalmente, logró mantener un férreo control sobre la conversación pública, garantizando al Gobierno el monopolio y la centralidad comunicacional, apuntando a los temas en los que se siente cómodo.

Quizá, amigo lector, sea este estado de situación el que explique, en parte, las razones por las que el pasado miércoles el Javo eligió el camino de la confrontación interna: emparentó públicamente con la casta a su vicepresidente, redujo oficialmente su vínculo a temas institucionales y, virtualmente, la dejó fuera del Gobierno.

Sin embargo, la sensación de fortaleza del Javo y el paulatino deterioro del vínculo personal entre los integrantes de la dupla presidencial, pueden explicar, o bien el timing de la decisión, o bien lo punzante de las declaraciones utilizadas para referirse a la vice. Lo que estos elementos no explican, en todo caso, es una lectura política que justifique tensionar al límite con quien tiene en sus manos, nada más y nada menos que la llave del Senado.

Una cámara en la que el Gobierno se encuentra en absoluta minoría. Recinto en el que, la propia vice, cuando tuvo que hacerlo, desempató votaciones trascendentales para el gobierno. Ámbito por el que, en los próximos tres años, el oficialismo deberá transitar si pretende obtener nuevas leyes.

En este sentido, es probable que la respuesta al interrogante sobre la lectura política que desencadenó la decisión, se encuentre atravesada por tres variables íntimamente relacionadas: picardías, tiempos y expectativas.

Es que, hoy, el gobierno no requiere del Senado para congelar al Congreso. Logró construir en la Cámara de Diputados, junto a los integrantes del "submarino amarillo" (el PRO) y los estallados radicales, lo que Pichetto denomina "el partido del bloqueo y la minoría". Es decir, logró mantener intactos a los 87 héroes que garantizan, en última instancia, un freno a cualquier iniciativa opositora que tenga al parlamento como lugar de origen. Punto en contra para la vice.

Por otro lado, la estrategia parlamentaria que el oficialismo fue construyendo, hoy está clara. Solo se impulsan negociaciones y debates en la Cámara Baja, manteniendo al Senado como Cámara Revisora para los proyectos que interesan al gobierno. Esto dificulta, al punto de impedir, la intermediación política de la vice, que ha quedado relegada al lugar de espectadora privilegiada de la pirotecnia libertaria en Diputados. Dos a cero abajo, Vicky.

Además, se suma a la escasa o nula necesidad de intermediación parlamentaria, el trato directo entre "La Rosada" y los diputados "dialoguistas". Los arquitectos del "consenso" tienen su estudio en Balcarce 50, por ende, las promesas, los pedidos y las pleitesías se rinden frente a Plaza de Mayo, a un par de cuadras del Congreso. Tres a cero abajo.

Añada, amigo lector, el condimento electoral a las expectativas. El Gobierno aspira a realizar una buena elección el próximo año. De ocurrir, se garantizaría la propiedad exclusiva del "partido de bloqueo" y, consecuentemente, limitaría la dependencia política de los aliados ideológicos (PRO) o pragmáticos (UCR) que, en ambos casos, podrían ver reducida significativamente su presencia en el parlamento.

Por si fuera poco, todo indica que los gobernadores jugarán fuerte el próximo año buscando lograr la mayor cantidad posible de diputados que les sean completamente fieles.

Es que, cada una de las bancas en el Congreso, se ha transformado en un elemento central de negociación para los ejecutivos provinciales. Ausencias, abstenciones y votos en línea con el gobierno cotizan y cotizarán en bolsa el próximo año si, como todo indica, se profundiza la fragmentación de los bloques parlamentarios en el parlamento y, como algunos especulan y otros sueñan, Cristina se postula a diputada en Provincia de Buenos Aires.

Esta última es una especulación no menor, puesto que CFK se ha vuelto el negocio político más rentable para el gobierno en el corto plazo. Es que la dirigente opositora ha logrado volver a traer a los brazos del oficialismo a los "arrepentidos de Milei". Ese grupo de argentinos que, hace un año eligieron al Javo en vez de a Massa motivados, antes que por la esperanza en el libertario, por una profunda pulsión antikirchnerista y que, desde hace un par de semanas se habían empezado a cuestionar esa decisión, ya sea por las políticas del gobierno, o por sus formas.

Finalmente, el Gobierno apuesta al peso de la carga simbólica que, la historia reciente del país, pone sobre la figura de los vicepresidentes. Desde "la rosada" especulan con una Villarruel que evitaría quedar en el mismo lugar que Cristina, Cobos, Scioli o Chacho Álvarez. Todos ellos, vicepresidentes que enfrentaron abiertamente a sus presidentes. Apuestan, por tanto, a que Vicky se mantenga "institucionalmente fiel" durante lo que resta de mandato.

Una apuesta que, sin embargo, deja sembrada una picardía oculta. El alejamiento público y estridente de la vice la vuelve un atractivo anzuelo para algunos aliados que, con el tiempo, han desarrollado un particular gusto por la especulación y las travesuras. Aliados que hoy están profundamente sumergidos en sus crisis internas. Aliados que, aún hoy, están escindidos y fragmentados. Aliados que apuestan al pragmatismo.

Como lo hace el gobierno. Que ha demostrado aprender rápido. Que no teme a sacrificar capital político. Que sigue desorientando a la casta en su propio juego. Y en su propia casa.

¿Fin?

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